Sueño

Una vez en el lugar mas hermoso del universo vivía un niño llamado Sueño,
el cual anhelaba crecer y conocer otros mundos.

Sueño se lo pasaba por allá en lo alto, por las nubes jugando y jugando
todo el día.

Una vez Sueño se dio cuenta que el no crecía como crecían sus amigos,
además empezó a sentirse muy débil y poco a poco perdió sus ganas de jugar.

Un gran día, llegó un mensajero que llevaba consigo un maletín muy
especial que contenía alimentos para así fortalecer y hacer crecer a Sueño.

Desde el mismo instante en que aquel mensajero llegó, Sueño empezó a
sentirse mejor y mejor, ya que cada día aquel mensajero lo alimentaba
con aquellos manjares. Muchos caldos de constancia con fuerza, platos
muy nutritivos de voluntad y trabajo, postres echos a base de paciencia,
fantásticos jugos hechos con decisión y lo más importante, lo trataba
con mucha confianza.

Sueño creció y creció, y llegó a dejar de ser Sueño para convertirse en
META y, claro que siguió jugando pero ya no por las nubes, sino aquí en
la tierra, cada día conoció más mundos, mundos como la felicidad y la
satisfacción, y un día no muy lejano, Meta dejó de ser Meta y se
transformó en REALIDAD...
autor desconocido



El amor y el tiempo

Hubo un tiempo en el que en una isla muy pequeña, confundida con el paraíso,
habitaban los sentimientos como habitamos hoy en la tierra.
En esta isla vivían en armonía el Amor, la tristeza, y todos los otros sentimientos.
Un día en uno de esos que la naturaleza parece estar de malas, el amor se despertó
aterrorizado sintiendo que su isla estaba siendo inundada.

Pero se olvidó rápido del miedo y cuidó de que todos los sentimientos se salvaran.
Todos corrieron y tomaron sus barcos y corrieron, y subieron a una montaña bien alta,
donde podrían ver la isla siendo inundada pero sin que corriesen peligro.

Sólo el amor no se apresuró, el amor nunca se apresura.
Él quería quedarse un poquito más en su isla, pero cuando se estaba casi ahogando
el amor se acordó de que no debía morir.
Entonces corrió en dirección a los barcos que partieron y gritó en busca de auxilio.

La Riqueza, oyendo su grito, trató luego de responder que no podría llevarlo ya que
con el oro y con la plata que cargaba temía que su barco se hundiera.

Pasó entonces la Vanidad que también dijo que no podría ayudarlo,
una vez que el amor se hubiese ensuciado ayudando a los otros,
ella, la Vanidad, no soportaba la suciedad.

Por detrás de la Vanidad venía la Tristeza que se sentía tan profunda que
no quería estar acompañada por nadie.

Pasó también la Alegría, pero ésta tan alegre estaba que no oyó la súplica del amor.

Sin esperanza el Amor se sentó sobre la última piedra que todavía se veía
sobre la superficie del agua y comenzó a menguar.

Su llanto fue tan triste que llamó la atención de un anciano que pasaba con su barco.
El viejito tomó al Amor en sus brazos y lo llevó hacia la montaña más alta,
junto con los otros sentimientos.

Recuperándose, el amor le preguntó a la Sabiduría quién era el viejito que le había ayudado...
a lo que ésta respondió..... "El Tiempo"..... el Amor cuestionó: ...
"¿Por qué sólo el Tiempo me ayudó?".... La Sabiduría entonces respondió:
"Porque sólo el Tiempo tiene la capacidad de entender cuan valioso es el Amor" ....
autor desconocido
 


La señal del amor

Y salió el amor a recorrer nuestros caminos, a visitar ciudades, a mezclarse entre la gente.
Un extraño viento lo llevaba y lo traía, y con él iba su voz, su alegría y su mensaje:

¡Hagamos del amor nuestra señal!

¡Dichosos aquellos que renuevan el amor gastado!            
¡Dichosos aquellos que encienden el amor apagado!       
¡Dichosos aquellos que perdonan el amor equivocado!       
¡Dichosos aquellos que liberan el amor atado!           
¡Dichosos aquellos que resucitan el amor muerto!
¡Dichosos aquellos que curan el amor herido!
¡Dichosos aquellos que levantan el amor caído!
¡Dichosos aquellos que enderezan el amor torcido!
¡Dichosos aquellos que entregan el amor recibido!
       
Desierto.
Vivir sin amor, sin fe, resignándose al destino,
es vagar por un desierto sin oasis ni caminos.
autor desconocido