Reflexiones sobre Versículos Bíblicos



Buscad a Dios





Romanos 10:8
Cerca de ti está la Palabra
en tu boca y en tu corazón


La búsqueda de Dios no es un viaje al espacio para encontrarlo,
como pretendió el astronauta Gagarin,
en los límites-ilimitados de nuestro universo.
Nunca puede ser un objeto –o sujeto- a descubrir de forma objetiva entre
las realidades que forman el campo de nuestra experiencia en la tierra.

Por mucho que lo busquemos en esta nuestra realidad, no nos será posible encontrarlo.
Y esto es así, en frase de teólogo Emil Brunner, porque de esta manera “Dios no existe”.
Dios no es un ser creado, sino el Creador y, como tal,
está siempre por encima de todas las cosas que han sido hechas.
No lo podemos sumar como una categoría más a las que descubrimos día a día
en el mundo experimental.
Las transciende todas. Es inclasificable.

La auténtica búsqueda de Dios es un viaje al interior de la vida,
a las profundidades de nuestra humanidad.
Significa mirar, no las realidades que nos rodean o el universo que desconocemos,
sino mirar hacia adentro, a las razones últimas de la vida,
a todo aquello que nos mueve y constituye nuestra humanidad.

Nuestra búsqueda de Dios nos ha de llevar a buscar,
en este viaje interior, nuestra realidad última.
Tocar el fondo de la vida.

Dejar de lado la superficialidad en la que a menudo nos movemos para buscar
las motivaciones profundas de nuestra realidad humana.
Y es allí donde hacemos los más grandes descubrimientos.

Es cierto allí también encontramos el fondo de nuestras limitaciones,
de nuestra temporalidad. Somos y no somos, porque no nos tenemos.
Aspiramos y no alcanzamos el objetivo de nuestras aspiraciones.
Pero al mismo tiempo que, en el fondo de la vida, encontramos un mundo pequeño y cerrado,
lo encontramos en el marco de una realidad que nos transciende.
Mi temporalidad, la puedo ver en el marco del infinito; mis limitaciones,
en el de un horizonte ilimitado; mi debilidad, en el contexto del poder omnipotente.

Es allí, en las profundidades de mi ser, que mi vida tiene sentido de eternidad,
de valores absolutos, de posibilidades infinitas.
Allí, en el fondo, la experimento como una continua búsqueda de sentido;
conozco el amor como la suma de todo bien;
conozco la transcendencia, como el fundamento último de mi humanidad.
Es decir, en el fondo de mi vida, encuentro a Dios,
el Dios que finalmente se me ha manifestado en la persona de Jesucristo.

No es el Dios de los filósofos al que pueda llegar por medio de las cinco vías de Santo Tomás,
sino el Dios de mi experiencia, el que finalmente da sentido a mi vida y
me abre el horizonte para vivir a la altura de sus exigencias.

La vida no es “un rayo de luz entre dos eternidades de tinieblas”.
Es un tesoro que he de negociar cada día y enriquecerlo.
No lo hemos de vivir sólo en la superficialidad del día a día,
sino en la profundidad de la visión interior, de las intuiciones profundas,
y de las resonancias que la vida de Cristo y su enseñanza encuentran en mi corazón.

Un viaje al interior de la vida es un viaje lleno de nuevos horizontes.
Al final, no encontramos al gran vacío, al que nos lleva la superficialidad,
sino la gran realidad de una vida creada “a imagen y semejanza de Dios”.

Enric Capó