La Ultima Casa del Carpintero


Un viejo carpintero decidió retirarse. Le comunicó a su jefe que,
aunque iba a extrañar su salario, necesitaba retirarse y estar con su familia.
El jefe se entristeció mucho con la noticia porque aquel hombre era su mejor carpintero.
Decidió pedirle de favor que le construyera una última casa antes de retirarse.

El carpintero aceptó la proposición y empezó la construcción de su última casa pero,
a medida que trabajaba sintió que su corazón no estaba de lleno en el trabajo.
Arrepentido de haber aceptado la petición de su jefe, el carpintero no puso el esfuerzo y
la dedicación que acostumbraba poner en el trabajo.

Cada casa la había construido con gran esmero, pero ya estaba cansado y sentía que
su jefe le había presionado para hacer una casa mas. Cuando el carpintero terminó la casa,
el jefe vino muy contento y le entregó la llave de aquella diciéndole:
"Esta es tu casa. Es mi regalo para ti y tu familia por tantos años de buen servicio".
El carpintero sintió que el mundo se le iba...
Si tan sólo él hubiese sabido que estaba construyendo su propia casa,
lo hubiese hecho todo de una manera diferente.

Lo mismo pasa con nosotros. Construimos nuestras vidas, cada día,
y a menudo no ponemos lo mejor de nosotros en su construcción.
Después, alarmados, nos damos cuenta de que tenemos que vivir en la casa que
hemos construido. Si pudieramos hacerlo de nuevo, lo haríamos de forma muy diferente.

Pero no podemos volver atrás. Nosotros mismos somos los carpinteros y cada día
construimos nuestra casa poniendo clavos, levantando muros ...

Alguien dijo una vez: „La vida es un proyecto de construcción propia“. 
Nuestra actitud y las decisiones que tomamos hoy construyen
la „casa“ en la que viviremos mañana. Por eso, construyamos con sabiduría!
Autor desconocido






Estrellas de mar en la playa              


Cierto día, caminando por la playa observé a un hombre que, agachándose,
tomaba de la arena una estrella de mar y la tiraba al mar.
Intrigado, le pregunté por que lo hacía.

Estoy lanzando estas estrellas marinas nuevamente al océano, me dijo.
Como ves, la marea es baja y han quedado en la orilla. Si no las arrojo al mar morirán.

Entiendo, le dije, pero debe haber miles de estrellas de mar sobre la playa.
No puedes lanzarlas a todas. Son demasiadas. Y quizás no te des cuenta de que esto sucede probablemente en cientos de playas a lo largo de la costa. ¡No tiene sentido tu esfuerzo!

El hombre sonrió, se inclinó y tomó una estrella marina y mientras la lanzaba de vuelta al mar
me respondió: ¡Para ésta sí lo tuvo!
autor desconocido