Oraciones

Oh Señor, haz de mí un instrumento de tu paz;
donde hay odio, haz que yo lleve el amor;
donde hay rencor, haz que yo lleve el perdón;
donde hay discordia, haz que yo lleve la unión;
donde hay duda, haz que yo lleve la fe;
donde hay error, haz que yo lleve la verdad;
donde hay desesperación, haz que yo lleve la esperanza;
donde hay tristeza, haz que yo lleve la alegría;
donde hay tinieblas, haz que yo lleve la luz.

Oh Maestro, haz que no busque tanto
el ser consolado, como el consolar;
el ser comprendido, como el comprender;
el ser amado, como el amar.
Porque es dando, como se recibe;
perdonando, como se es perdonado;
muriendo, como se resucita a Vida Eterna.
San Francisco de Asís




Dios, Señor Mío,
no tengo idea de adónde voy. No veo el camino ante mí.
No puedo saber con certeza dónde terminará.
Tampoco me conozco realmente, 
y el hecho de pensar que estoy siguiendo tu voluntad
no significa que en realidad lo esté haciendo.

Creo que el deseo de agradarte, de hecho te agrada.
Y espero tener ese deseo en todo lo que hago.
Espero que nunca haré algo apartado de ese deseo.
Y sé que si hago esto me llevarás por el camino correcto, 
aunque yo no sepa nada al respecto.
Por lo tanto, 
confiaré en ti aunque parezca estar perdido a la sombra de la muerte.
No tendré temor porque estás siempre conmigo, 
y nunca dejarás que enfrente solo mis peligros. 

- Thomas Merton, "Pensamientos en la Soledad"
© Abbey of Gethsemani



SEÑOR DIOS Y PADRE NUESTRO


Señor Dios y Padre Nuestro;
Tú no eres un Dios oculto a nuestras vidas,
sino que estás más cerca de nosotros que dos corazones
que se cruzan o dos vidas que se encuentran.
Pues en tu Hijo Jesús te hemos conocido,
y continuamos viviendo tu presencia
en el amor de los hermanos
en nuestra fraternidad.
Hoy nosotros,
como en otro tiempo le ocurrió a la samaritana,
sabemos que sólo puede encontrarse contigo
quien tiene verdadera „hambre y sed de Ti“,
quien desde su propia necesidad
busca en tu vida y tus palabras
el sentido de su vida, de su trabajo y de sus días.
Lo tremendo de nuestro encuentro contigo es que
estamos ya acostumbrados a llamarte Padre,
estamos acostumbrados a considerarnos creyentes,
estamos acostumbrados
a cruzarnos con infinidad de hombres,
y como fruto de nuestra costumbre
no nos encontramos contigo ni en la oración,
ni en la reflexión sobre nuestra propia vida,
ni en la fraternidad y la compañía de los hombres.
Esta es nuestra súplica esperanzada hoy:
danos fe y sensibilidad para comprender
que tu vida y nuestra vida se encuentran en cada momento,
si nosotros queremos;
y ayúdanos a comprender las exigencias
que nacen diariamente de nuestro encuentro contigo.
Que nuestra vida, nuestra fe y nuestro amor a los demás
no sean ya una costumbre.
E. Arnanz




Nuestro Padre que estás en los cielos,
tú, que nos das nuestro pan en el día de hoy,
vuelve nuestras miradas y nuestros corazones
hacia todos aquellos que, en el mundo,
no tienen ni pan, ni hogar, ni justicia,
ni esperanza.

Perdona nuestras ofensas,
y especialmente
nuestro deseo insaciable de,
no carecer de nada,
cuando otros carecen de todo.

Ayúdanos a vivir con sencillez,
a vencer las necesidades imaginadas
y nuestros gastos exagerados
de manera que podamos compartir más
y amar más.

Por ello seremos hermanos y hermanas,
y trabajaremos contigo
para que tu Reino venga,
en la tierra como en el cielo
que tu coluntad sea hecha en el mundo.
Amén.

Église Réformée de France




Perdónanos

Estás cerca, estás siempre,
estás esperándonos y no nos detenemos.
Perdón, Señor, por nuestra falta de atención.

Respetas nuestra libertad,
caminas junto a nosotros,
sostienes nuestras vidas,
y no nos enteramos.
Perdón, Señor, por nuestra falta de apertura.

Nos ayudas a conocernos como hijos,
nos animas a entrar en el reino,
y no te hacemos caso.
Perdón, Señor, por nuestra falta de amor.

Nos amas con ternura,
quieres lo mejor para nosotros,
nos ofreces tu presencia,
y no te lo agradecemos.
Perdón, Señor, por nuestra ingratitud.

Por nuestras dudas y vacilaciones,
por nuestra búsqueda de seguridad,
por nuestro olvido de ti.
Perdón, Señor, por nuestra falta de fe.

Anónimo

ver también: reflexiones_16




Hacerle sitio a los demás

Hay días, Señor mi Dios,
en que hacerle sitio a los demás
está más allá de mis fuerzas
a causa de mi vanidad, de mi orgullo, de mi debilidad.

Hay días, Señor mi Dios,
en que respetar a los demás
me parece imposible
a causa de sus ideas, de su color, de su mirada.

Hay días, Señor mi Dios,
en que amar a los demás
me tortura el corazón
a causa de mi miedo, de mi sufrimiento, de mis límites.

Señor mi Dios, en esos días difíciles,
vuelve a decirme que, todos, nosotros somos tus hijos
y no permitas que olvide tus palabras:

"Lo que hicieras a uno de los más pequeños de los míos
a mí me lo harás."
- Mateo 25:40


Oración sacada del libro
"Precariedad y oración" editado por el Comité Cristiano
de Solidaridad con los Parados, Francia