Pues sabemos que aquel que resucitó al Señor Jesús nos resucitará
también a nosotros con él y nos llevará junto con vosotros a su
presencia. Todo esto es por vuestro bien, para que la gracia que está
alcanzando a más y más personas haga abundar la acción de gracias para
la gloria de Dios. Por tanto, no nos desanimamos. Al
contrario,
aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando
día tras día.
Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen
una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento. Así que
no nos fijamos en lo visible sino en lo invisible, ya que lo que se ve
es pasajero, mientras que lo que no se ve es eterno.
2 Corintios 4:14-18
Nuestra morada celestial
De hecho, sabemos que si esta tienda de campaña en que vivimos se
deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa eterna en el cielo, no
construida por manos humanas.
Mientras tanto suspiramos, anhelando ser revestidos de nuestra morada
celestial, porque cuando seamos revestidos, no se nos hallará
desnudos. Realmente, vivimos en esta tienda de campaña,
suspirando
y agobiados, pues no deseamos ser desvestidos sino revestidos, para que
lo mortal sea absorbido por la vida. Es Dios quien nos ha
hecho
para este fin y nos ha dado su Espíritu como garantía de sus promesas.
Por eso mantenemos siempre la confianza, aunque sabemos que mientras
vivamos en este cuerpo estaremos alejados del Señor. Vivimos
por
fe, no por vista. Así que nos mantenemos confiados, y preferiríamos
ausentarnos de este cuerpo y vivir junto al Señor. Por eso nos
empeñamos en agradarle, ya sea que vivamos en nuestro cuerpo o que lo
hayamos dejado.
2 Corintios 5:1-9
El cuerpo resucitado
Tal vez alguien pregunte: «¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué
clase de cuerpo vendrán?» ¡Qué tontería! Lo que tú siembras no cobra
vida a menos que muera. No plantas el cuerpo que luego ha de
nacer
sino que siembras una simple semilla de trigo o de otro
grano.
Pero Dios le da el cuerpo que quiso darle, y a cada clase de semilla le
da un cuerpo propio. No todos los cuerpos son iguales: hay cuerpos
humanos; también los hay de animales terrestres, de aves y de
peces. Así mismo hay cuerpos celestes y cuerpos terrestres;
pero
el esplendor de los cuerpos celestes es uno, y el de los cuerpos
terrestres es otro. Uno es el esplendor del sol, otro el de la luna y
otro el de las estrellas. Cada estrella tiene su propio brillo. Así
sucederá también con la resurrección de los muertos. Lo que se siembra
en corrupción, resucita en incorrupción; lo que se siembra en
oprobio, resucita en gloria; lo que se siembra en debilidad, resucita
en poder; se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual.
Si hay un cuerpo natural, también hay un cuerpo espiritual. Así está
escrito: «Él primer hombre, Adán, se convirtió en un ser viviente»; el
último Adán, en el Espíritu que da vida. No vino primero lo espiritual
sino lo natural, y después lo espiritual. El primer hombre era del
polvo de la tierra; el segundo hombre, del cielo. Como es aquel hombre
terrenal, así son también los de la tierra; y como es el celestial, así
son también los del cielo. Y así como hemos llevado la imagen de aquel
hombre terrenal, llevaremos también la imagen del celestial.
1 Corintios
15:35-49
Versiculos Biblicos Reflexiones 4
Reflexiones 3
Reflexiones 30