Apocalipsis 3:20
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
Si Alguien Abre…
Es Jesús quien dice: “Si alguno… abre… entraré a él”.
No fuerza la puerta, sino que espera la respuesta.
Abrir la puerta a Jesús es lo contrario de encerrarse en sí mismo,
de querer resolver uno mismo sus problemas.
Al abrir y pedir a Jesús que entre en mi vida,
recibo la luz de Dios.
Es, pues, un impulso de vida, de confianza en Dios.
¿Cómo podemos abrir la puerta de nuestra vida a Jesús?
Es necesario “el arrepentimiento para con Dios, y la fe en nuestro Señor Jesucristo”
(Hechos 20:21).
Arrepentirse es primeramente tomar conciencia de que estamos separados de Dios,
alejados de él a causa de nuestras malas acciones, intenciones y aun malos pensamientos.
¿Ya confesó usted a Dios todas esas cosas que Le ofenden y quizá pesan sobre su conciencia?
¿Cree usted que Jesucristo murió por sus pecados y que resucitó?
En caso afirmativo, usted le abrió la puerta y es un hijo de Dios.
Nosotros, cristianos, también necesitamos abrir diariamente la puerta a Jesús.
Invitémosle al centro de nuestros problemas y seremos sostenidos y fortalecidos por su presencia.
Con el Señor podemos pasar con paz nuestras dificultades,
superar nuestras dudas y ser liberados de nosotros mismos.
Mediante la oración, nuestro corazón acepta el don que Dios nos preparó:
su Hijo unigénito, que murió por nuestras faltas y resucitó,
y que vive junto al Padre para guiarnos y sostenernos.
Jesús se revela a aquel que lo busca.
Una Religión o la Fe en Jesucristo
Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras…
fue sepultado… resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras…
Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez. -
1 Corintios 15:3-6.
–¿Qué distingue al cristianismo de las religiones no cristianas?,
me preguntó un colega de trabajo.
Para Gandhi, el sabio hindú, «las religiones son como diferentes carreteras que
convergen en un mismo punto».
Pero si leemos la Palabra de Dios,
descubrimos las diferencias fundamentales entre las diversas religiones y el cristianismo:
– El cristianismo no es exactamente una religión, sino una relación con una persona, Jesucristo.
En este aspecto existen tres grandes diferencias:
1. Todos los fundadores de religiones se han presentado como guías
hacia un dios que ellos mismos buscan.
En contraste, Jesús se presenta como aquel que ha “descendido del cielo”
(Juan 6:38).
Él es “el verdadero Dios, y la vida eterna”
(1 Juan 5:20).
La historia nos enseña que ninguno de esos fundadores fue irreprochable en su vida.
En contraste, Jesucristo nunca cometió pecado.
2. Las religiones no dan certeza para el perdón de los pecados o la vida después de la muerte.
Jesús, “el que de arriba viene, es sobre todos…
Y lo que vio y oyó, esto testifica”
(Juan 3:31-32).
“Estas palabras son fieles y verdaderas”
(Apocalipsis 21:5).
Millones de cristianos han podido comprobar la realidad de ellas.
Os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero,
y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús,
quien nos libra de la ira venidera.
1 Tesalonicenses 1:9-10.
Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios,
para que sepáis que tenéis vida eterna.
1 Juan 5:13.
3. Todas las religiones hacen énfasis en los esfuerzos del hombre,
quien debe tratar de mejorarse y obedecer las reglas que le son prescritas
(mas nunca lo consigue).
En una palabra, debería ganarse su salvación.
En cambio, Jesús da un perdón gratuito.
Él mismo pagó el precio al morir por nuestros pecados en la cruz,
comunicando así la vida eterna a todos los que creen en él
(Juan 3:16, 36).
¿Cuál es la condición?
Reconocerse pecador (¿quién puede pretender no haber pecado nunca?)
y aceptar que Jesús sea nuestro Salvador.
Entonces Él nos revelará a Dios como nuestro Padre,
un Padre que nos ama y se ocupa de sus hijos.
– Los fundadores de religiones murieron, fueron sepultados y sus cuerpos se quedaron en la tumba.
En contraste, aunque Jesucristo murió en la cruz y fue colocado en una tumba, salió de ella como vencedor. ¡Jesús resucitó!
“Le dijo Jesús (a Marta): Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí,
aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.
¿Crees esto?
Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo,
el Hijo de Dios, que has venido al mundo”
(Juan 11:25-27).
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